Hoy todo el mundo parece querer sonar correcto. Igualdad. Inclusividad. Neutralidad. Todos somos especiales. Todos somos iguales. Nada es mejor que nada. Pero hay verdades que, aunque suenen incómodas, laten con más fuerza que cualquier consigna. Porque no, no todo es lo mismo. No todos los encuentros dejan huella. Y no todas las personas cambian tu vida.
En un mundo donde se aplaude lo instantáneo y se celebra la cantidad, yo digo: hay personas que pisan más fuerte porque eligieron no pasar de puntillas. Y eso, aunque no se diga en voz alta, se nota. Vivimos en la era de las relaciones fugaces, del “me gustas” efímero, del cuerpo bonito con alma vacía. Ligar se ha vuelto fácil, casi automático. Pero conquistar… ah, conquistar es otra cosa.
Porque ligar es apariencia; conquistar, esencia. Ligar es estadística, conquista es arte. Ligar es un “me apetece ahora”; conquistar es un “no puedo olvidarte nunca”. Hay quienes viven para ser deseados. Y hay quienes viven para dejar huella.
Conquistar no tiene que ver con seducir. Tiene que ver con provocar admiración. Con hacer que alguien, al escucharte hablar, se sienta más vivo. Con hacer que alguien, al verte marchar, desee volver a encontrarte en otra vida. Porque conquistar no es retener a alguien. Es marcarlo para siempre.
Y para eso no hace falta belleza, ni poses, ni filtros. Hace falta vida. Una vida con historia. Una vida que tenga sentido. Una vida que no se pueda resumir en una bio de Instagram. Conquistar no es repetir frases bonitas, es contar experiencias que estremecen. Es tener cicatrices que enseñan, libros que transforman, pasiones que arden. Es haber vivido de verdad, aunque eso implique haberse roto unas cuantas veces.
Y en el fondo, todos lo sabemos. Sabemos distinguir entre un rato y una vida. Entre una caricia que entretiene y una conversación que te cambia la forma de ver el mundo. No todos los que se cruzan en tu vida dejan marca. Pero hay quienes, con una sola mirada, te hacen replantearte todo. Y no por lo que muestran… sino por lo que son.
Así que no me digas que sabes besar. Dime que sabes amar con los ojos cerrados y el corazón abierto. No me hables de los cuerpos que conquistaste, háblame de las almas que tocaste. No me cuentes cuántos te desean, cuéntame a quién no podrías olvidar.
Porque no quiero alguien que me mire. Quiero alguien que me inspire. No quiero alguien que pase por mi vida. Quiero alguien que la revuelva. Y si después de todo, no somos eternos… al menos que lo nuestro valga la pena recordar.
Ligar es fácil. Conquistar… eso es para valientes. Y si no puedes… al menos no intentes parecer alguien que sí.
Angel Vázquez
Explorador de las emociones y las relaciones humanas, escribe para comprender y compartir lo que nos hace auténticamente humanos.
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