Si NO hubieras DICHO aquello, no me habría enfadado

Hay palabras que hieren más que cualquier golpe. Palabras que una vez dichas, parecen adquirir vida propia, como si fueran cuchillos que se clavan en los recuerdos de quien las escucha. Todos, en algún momento, hemos sido tanto los que las pronunciamos como los que las recibimos. Pero en el caso del narcisismo, estas palabras no solo hieren, sino que se convierten en armas deliberadas, diseñadas para manipular, controlar y hacer dudar a los demás de su propio valor.

«Si no hubieras dicho aquello, no me habría enfadado.»

Cuántas veces hemos pensado o escuchado esta frase. Suena tan sencilla, pero carga consigo un peso inmenso. Para quien tiene rasgos narcisistas, esta frase puede convertirse en una herramienta de Gaslighting, una manera de invertir la culpa y hacer que el otro cuestione sus emociones. En lugar de asumir la responsabilidad de lo que se dijo o hizo, el narcisista desplaza el enfoque hacia la reacción del otro, minimizando el dolor que ha causado. El narcisismo tiene una manera particular de distorsionar las palabras. Lo que para otros podría ser un error humano, para un narcisista se convierte en un juego de poder. Las palabras no se usan para conectar o resolver conflictos, sino para controlar narrativas y mantener una posición de superioridad. Y cuando el otro reacciona, el narcisista se protege con frases como: “Eres demasiado sensible” o “Yo no quise decirlo de esa manera”, dejando al otro en un estado de duda constante.

Pero, ¿de dónde viene ese poder de las palabras en estas dinámicas? Quizá sea porque, en el fondo, el narcisista también lleva sus propias heridas. El deseo de controlar a través del lenguaje no es más que un reflejo de su propia inseguridad. Sin embargo, esa inseguridad se proyecta de manera destructiva, dejando a su paso una serie de relaciones rotas y personas que se sienten pequeñas, manipuladas y, en ocasiones, invisibles. «Si no hubieras dicho aquello» también puede ser una frase que surge del otro lado, de quien está atrapado en una relación con alguien narcisista. En este contexto, es un lamento, una expresión de frustración por esas palabras que siempre parecen buscar el punto más vulnerable, que parecen diseñadas para desarmar. Esas palabras se sienten como un ataque directo al corazón, como un recordatorio constante de que, para el narcisista, nunca serás suficiente.

Es curioso cómo el enfado, muchas veces, es una pantalla para ocultar la tristeza o el dolor. En las relaciones con narcisistas, ese enfado suele ser la única manera de protegerse, de levantar un muro ante los constantes ataques al amor propio. Pero esa protección también puede convertirse en una prisión, porque el enfado perpetúo impide sanar, impide avanzar. Por eso, las palabras importan. No solo las que decimos a otros, sino también las que nos decimos a nosotros mismos. En el contexto del narcisismo, es vital aprender a diferenciar entre las palabras que reflejan la realidad y las que son manipulaciones disfrazadas. ¿Cómo hablamos con nosotros mismos cuando estamos solos? ¿Nos permitimos ser compasivos, o repetimos esas frases hirientes que nos han dicho?

Entonces, ¿qué hacemos cuando esas palabras ya han sido dichas? Porque la verdad es que no podemos retroceder en el tiempo. Pero sí podemos elegir cómo avanzar. Podemos elegir si dejamos que esas palabras definan nuestra narrativa o si las enfrentamos con honestidad y valentía. A veces, la mejor manera de sanar es comenzar con un simple: “No acepto estas palabras como verdad”. No siempre es fácil. Requiere valentía reconocer que hemos sido heridos, pero también que podemos decidir no dejar que ese dolor nos consuma. Porque el enfado, aunque natural, no es un lugar donde queremos quedarnos. Es una señal de que algo necesita atención, una invitación a entendernos mejor.

Cuando miro hacia atrás en los momentos en que he dicho o escuchado algo que no debí, siempre me pregunto: “¿Qué habría pasado si hubiera elegido mis palabras con más cuidado? ¿Cómo habría sido distinto si en lugar de reaccionar, hubiera escuchado con calma?” Pero también me pregunto: “¿Qué habría pasado si hubiera reconocido antes las palabras que buscaban manipularme?” Aprender a identificar esas dinámicas es un paso esencial para salir del ciclo del narcisismo. Tal vez la próxima vez que te encuentres pensando “si no hubieras dicho aquello”, también te detengas a pensar: “¿Por qué me afectó tanto? ¿Qué puedo aprender de esto? ¿Están mis emociones siendo manipuladas?” No siempre podemos controlar lo que los demás dicen, pero siempre podemos elegir cómo lo manejamos.

Porque al final del día, no se trata solo de evitar palabras hirientes, sino de aprender a usarlas para construir, sanar y conectar. Y eso, en el contexto del narcisismo, también significa aprender a protegernos, a poner límites y a recordar que no todas las palabras dichas sobre nosotros son reflejo de nuestra verdad. Y eso, como cualquier arte, requiere práctica, paciencia y mucho amor propio.

© 2025 Angel Vázquez. Todos los derechos reservados.


Descubre más desde Autoestima es también amar tu sombra

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

Comments

Deja un comentario