Acabo de terminar de escuchar «Yo sé que es mentira» de Amaury Gutiérrez y, sinceramente, estoy revuelto de emociones. No es solo la melodía —aunque vaya que es preciosa—, es lo que despierta en uno, esas verdades que llevamos dentro pero que, a veces, dejamos a un lado. ¿Cómo no sentir algo con una canción que habla de lo que todos hemos vivido? Rumores, dudas, amor, esa lucha interna entre lo que otros dicen y lo que el corazón sabe con certeza.
Mientras la escuchaba, me vinieron a la mente tantas situaciones: momentos en los que dudé de lo que sentía, no porque mi corazón no estuviera seguro, sino porque había demasiadas voces externas haciéndome cuestionarlo todo. Y creo que eso es lo que hace esta canción tan especial. Amaury no solo canta sobre el amor; canta sobre la verdad, esa que se siente en el fondo del alma, aunque el mundo diga lo contrario.
El peso de las palabras ajenas
Cuando empezó el coro —«Yo sé que es mentira, yo sé que es mentira…»— sentí un golpe directo al pecho. ¿Cuántas veces hemos escuchado cosas que nos hacen dudar? «Andan diciendo por ahí…» es una frase tan sencilla, pero tan poderosa. Me llevó a recordar cuántas veces permití que los rumores o las opiniones de los demás pusieran en tela de juicio lo que sabía en mi interior.
Es curioso, ¿no? A veces le damos más peso a lo que otros creen que a lo que nosotros vivimos. Pero esta canción es un grito, casi un manifiesto, que nos dice: confía en lo que ves, en lo que sientes, en lo que sabes que es verdad. Y en ese momento entendí algo: no siempre podemos controlar lo que se dice de nosotros o de quienes amamos, pero sí podemos elegir en qué creer.
La mirada y la sonrisa: Lo que no miente
«Por la sinceridad con que tus ojos me miran, por esa claridad que llega con tu sonrisa.» Esa frase me estremeció. Me hizo pensar en esas personas que, con solo mirarte, te devuelven la paz. ¿Lo has sentido? Esa sensación de que, aunque todo esté revuelto, una sonrisa o una mirada pueden ser suficientes para traerte de vuelta a ti mismo.
Mientras Amaury cantaba, no pude evitar pensar en momentos específicos de mi vida: esos en los que una mirada bastó para recordarme que lo que sentía era real, que no estaba equivocado, que no importaba lo que los demás dijeran. Esas conexiones son tan humanas, tan puras, que no necesitan palabras. Y la canción lo captura perfectamente.
La resistencia del amor y la ilusión
Otra cosa que me llegó fue cuando Amaury dice: «Voy a seguir, pa’ que no muera la ilusión.» Es tan fácil dejarse llevar por las dudas, ¿no? Tan sencillo rendirse cuando parece que todo conspira en contra. Pero esta canción no es sobre renunciar; es sobre resistir. Sobre aferrarse a lo que te da vida, a lo que ilumina tus días, incluso cuando todo parece oscuro.
Me hizo pensar en cómo, muchas veces, dejamos que el peso de los rumores o las inseguridades apaguen nuestros sueños. Pero escuchar esta canción fue como un recordatorio: no importa lo que digan, lo importante es lo que sientes, lo que crees, lo que te hace querer seguir adelante.
Lo que me dejó la canción
Me quedé en silencio un rato. No porque no tuviera nada que decir, sino porque me estaba acomodando todo lo que sentí. Me di cuenta de que «Yo sé que es mentira» no solo habla de amor, sino de confiar. Confiar en lo que uno sabe, en lo que uno siente, incluso cuando el mundo trata de convencerte de lo contrario.
Hay algo profundamente humano en esta canción: esa lucha interna entre lo que oímos y lo que sabemos. Y me di cuenta de que, al final, siempre habrá rumores, dudas, voces externas. Pero hay algo que nadie puede quitarte: lo que llevas dentro. Esos gestos, esas sonrisas, esas miradas que te confirman que, pase lo que pase, lo que sientes es real.
Mi invitación tras escucharla
Si no has escuchado esta canción, hazlo. Pero no la escuches solo con los oídos; escúchala con el corazón. Deja que te lleve a esos momentos en los que tu verdad se puso a prueba, cuando tu ilusión estuvo al borde de apagarse. Porque, al final, eso es lo que nos deja Amaury: un recordatorio de que no importa lo que digan por ahí. Lo importante es lo que tus ojos ven, lo que tu corazón siente, lo que tu alma sabe que es verdad.
Hoy, elijo creer en eso. ¿Y tú?
Deja un comentario